Leyendo el libro “Tratamiento Psicológico De La Depresión”*, me ha llamado la atención la sencillez con la que ofrecen estrategias para vencer el sentimiento de culpabilidad. A partir de sus ideas, me gustaría compartir un listado de estrategias eficaces para combatir este sentimiento de culpabilidad.
Esta culpabilidad nos aprisiona y nos hace sentir que en el fondo de nuestro ser somos malos, sucios y horribles. Nos evaluamos y calificamos como “seres” que somos así. La clave está en entender que no “somos” así, sino que nos comportamos de una manera que conlleva unas consecuencias y a vernos así. Si cambiamos ese comportamiento, cambiamos esa forma de vernos.
Querría que estas ideas ofrecieran un punto de reflexión y autoanálisis que nos guiaran a sentirnos más libres.
1. Grados de Responsabilidad
Normalmente, cuando nos sentimos culpables por algo pensamos que nosotros somos la causa. Si atropellan a un amigo después de estar hablando con nosotros por teléfono, podemos pensar que si le hubiéramos entretenido más tiempo, no hubiera sucedido el atropello.
Ante este tipo de pensamiento podemos plantearnos el grado real y objetivo que tenemos de responsabilidad. Así, el atropello quizá fue causado por un conductor ebrio que se saltó el semáforo. En este caso nuestra responsabilidad es cero.
2. Explicación de la conducta
Es cierto que hay acontecimientos en los que podemos llegar a tener un alto grado de responsabilidad, pero aquí entra lo explicado anteriormente. No debemos concluir que somos “malos”, sino que debemos entender lo que nos llevó a ese comportamiento y hacernos responsables de él.
En el caso de que nosotros hayamos atropellado a alguien por ir bebidos, podemos analizar qué nos hizo comportarnos así, es decir: qué nos hizo beber, cuál era nuestro estado emocional, qué nos había causado este estado… De esta manera podemos abordar y modificar estas conductas sin catalogarnos como “malas” personas.
3. Valoración adecuada
Como bien dicen los autores del libro, solemos valorar una conducta moralmente como adecuada o no en función de sus resultados. Es decir, si bebemos y atropellamos a alguien con el coche, pensamos que beber está mal. En cambio, si no pasa nada y nos hemos divertido, podemos pensar que beber es una forma de entablar amistades.
Esta idea nos puede hacer reflexionar sobre el valor de lo que hacemos independientemente de sus resultados. O sea, valoremos la conducta de beber por sí misma, no por sus consecuencias. ¿Queremos beber?¿Qué nos lleva a beber?¿Cómo nos vemos cuando bebemos?…
4. Innumerables variables
Un caso especial es cuando establecemos una relación causa efecto entre dos acontecimientos, habiendo innumerables elementos que puedan influir. Un ejemplo es: “Si no le hubiera dejado ver la tele de pequeño, ahora no fumaría”.
Si analizamos estos casos, podemos ver que es imposible demostrar que esa sea la causa única. En la relación influyen una innumerable cantidad de elementos, como la personalidad, la cultura, el ambiente, el estrés…
5. Ser responsable no es sentirse culpable
Quizás es el punto más importante. La culpabilidad nos incapacita, nos paraliza y nos quedamos esperando a que las cosas cambien, puesto que hacemos una relación causal de los acontecimientos en la que nosotros somos víctimas.
En cambio, siendo responsables nos hacemos cargo de nuestro comportamiento y actitudes y nos comprometemos a cambiar. Esto nos genera motivación y fuerza para conseguir lo que nos propongamos.
Como concluyen los autores: “entender y aceptar lo incontrolable, y cambiar y mejorar lo controlable”.
Carlos Postigo
*Sevillá, J. y Pastor, C.: “Tratamiento Psicológico De La Depresión”. Publicaciones del centro de terapia de conducta. Valencia, 2007.