No puedo evitar mi pasión por la filosofía, y más cuando pienso en la importancia que esta tiene en nuestra salud psicológica y en cómo se la maltrata o, directamente, se la ningunea desde diversas posiciones.
Antes de seguir, me gustaría aclarar que cuando hablo de Filosofía (con mayúscula), hago referencia al acto humano de plantearnos todo, no a carreras, cursos o sistemas de pensamiento más o menos cerrados.
¿Qué es filosofar?
Filosofar no es hacerse las preguntas “esenciales” (como si supiéramos cuáles son per se), realizar un curso de coaching o desarrollo personal, sentirnos fluir enfocados en nuestro objetivo vital y sentarnos a la bartola releyendo y escuchando los mismos discursos que nos motivan, cayendo en la falsa ilusión de que ya “somos felices” y, a partir de ahí, creernos con el derecho (por supuesto divino, que para algo hemos tomado contacto con lo espiritual) y empezar a arengar a los demás sobre cómo han de ver las cosas, vivir o incitarles a repetir nuestro “despertar”.
No, la filosofía es algo más que esto, es dudar, dudar de la duda y volver a dudar de la duda ya dudada. La filosofía nos hacer volar, sí, pero también nos hace tomar tierra, escuchar el dolor ajeno (antes de reinterpretarlo nosotros), sentir la ausencia de verdad en nuestro día a día y reconocer que tenemos que pagar la hipoteca, el alquiler o la gasolina del coche.
De momento, somos seres humanos o personas (cada cual decide) que vivimos en una realidad real, la que nos duele, nos hace relacionarnos y buscar respuestas a nuestro día a día. Lloramos y reímos, pero hemos de vivir con los momentos de alegría y, muchas, muchas veces con los de tristeza, soledad o vacío.
Sí, para ello reinterpretamos estas experiencias utilizando herramientas, talleres o “pensamientos” que nos hagan poder sobrellevarlas mejor, pero casi siempre se nos olvida que estas tiritas no dejan de ser soluciones temporales para solucionar nuestro vacío.
La filosofía y sus sentimientos
No es cuestión de juzgar estas técnicas, sino de poner el foco en que en el fondo, seguimos estando solos y vacíos, con la obligación de enfrentarnos hasta el último día de nuestras vidas a estos sentimientos. Podemos plantearnos la posibilidad de que no haya salida o salvación, pero ¿qué son estos términos? ¿necesitamos salvarnos?¿de qué?¿estamos esclavizados, nos sentimos así o nada tiene sentido y mejor dejar de pensar?
Aquí ya tenemos unas cuantas preguntas que seguro que nos ayudan a enfrentarnos a nuestra realidad, nuestro ser. Cuando nos hacemos estas preguntas, inevitablemente podemos tener sentimientos de tristeza, ahogo o desesperanza; pero la filosofía va más allá de estas sensaciones; penetra en lo hondo del sentimiento, pensamiento o verdad, sin respuestas estancas pero con preguntas vivificadoras.
Plantearnos todas estas cuestiones y, por supuesto, hacerlas frente con curiosidad, humildad y faltos de expectativas, nos puede hacer sentir vivos, despiertos y totalmente integrados en nuestra “realidad”.
La Filosofía en nuestro bienestar
Pues sí, la filosofía nos ayuda a plantearnos todo, e incluso este mismo planteamiento y a sentirnos mejor psicológicamente, por supuesto. Te dejo algunos beneficios de la filosofía sobre nuestra salud mental:
1. Nuevas Perspectivas
La filosofía nos ayuda a tomar diversas perspectivas para poder ver la realidad y a nosotros mismos desde diferentes ópticas, con nuestra diversidad de actos y experiencias. Si estás muy metido en algún tema, como no dejar de realizar cursos de crecimiento personal, por ejemplo, sal y aléjate un tiempo mientras te planteas esa época. Recuerda, no es juzgar ni dejar de ser tú mismo, es tomar perspectiva.
2. Afianzamiento del Yo
Pensar, reflexionar, cuestionarse son actos personales e íntimos que nos ayudan a sentirnos presentes ante nosotros mismos, afianzando nuestro Yo más íntimo y desarrollando una seguridad y una autoestima muy beneficiosa.
3. Agilidad mental
Qué decir sobre lo beneficioso que es mantener al cerebro activo, buscando preguntas y respuestas a las que hacer frente, afrontando retos intelectuales y vitales. No solo se consigue estar más despierto, sino que retrasa el deterioro cognitivo al que siempre se ve abocado el cerebro.
4. Vitalidad
Tenemos aficiones como el tenis, la música o hacer ganchillo, pero la única actividad que no tiene ninguna dependencia del exterior es la filosofía. Practicar este “deporte” mental te hará sentir vivo, aunque las respuestas a las que llegues no ayuden a ello. ¿Tiene esto sentido? ¿Ha de tenerlo?¿qué es el sentido?
Pon en marcha tu cerebro, cuestiónate el cuestionamiento y disfruta de la libertad esclavizada o de la esclavitud libre de la filosofía.