¡Cuidado! El objetivo de este artículo no es hacer que te creas los pensamientos o que te los repitas frente al espejo durante 21 días (algo que se ha demostrado que es un mito y, por supuesto, como pasa con toda solución milagrosa, no funciona), sino que los reflexiones.
Cuando digo reflexionar me refiero a que los leas y ofrezcas un argumento que los invalide, pero a su vez, que imagines o inventes otro argumento que invalide ese que tú acabas de crear.
El objetivo de esta reflexión es que compruebes lo flexibles y relativos que pueden ser los pensamientos, algo con lo que trabajamos en terapia los psicólogos. Así, te voy a ofrecer algunos pensamientos que creo que te van a ayudar y que te harán más feliz.
Antes de nada, me gustaría que vieras este vídeo del psicólogo Rafael Santandreu sobre cómo controlar los pensamientos para controlar las emociones:
“Ya soy feliz”
El primero de los pensamientos que te invito a tener es pensar que ya eres feliz. Sé que suena un poco extraño, ilusorio e incluso iluso, pero te lo voy a explicar. Normalmente nos centramos en nuestras desgracias y obstáculos que nos pone la vida delante, dejando de lado otras facetas más “positivas” de una manera consciente o inconscientemente.
Pues bien, si piensas que ya eres feliz y que lo único que debes hacer es escarbar en esas dificultades para sentirte así, tendrás un objetivo vital que te ayudará a sentirte mejor. Para explicarme mejor te voy a poner el ejemplo del Miguel Ángel de David.
Si lo piensas, ese bella escultura ya estaba en la piedra, pero fue el artista, con su trabajo y tesón el que fue eliminando lo que sobraba hasta “encontrar” lo que ya estaba oculto en su interior, ¿te ha gustado la metáfora?.
“Para qué preocuparme”
Este pensamiento se reduce a una expresión muy sencilla: “Si tiene solución, ¿para qué preocuparse?, y si no la tiene, ¿para qué preocuparse?”. En ambos casos la respuesta es la misma: “¿para qué preocuparse?
En definitiva, si lo piensas bien, si tiene solución, lo único que tienes que tienes que hacer es ponerte en marcha y empezar a hacer aquello que es imprescindible para resolver el problema, ¿no crees?
En el caso de que no tenga solución, quizás haya que tirar un poco de actitud estoica o de resiliencia y aceptar que así ha de ser y lo mejor que podemos hacer es adaptarnos a la situación y continuar con nuestra vida de una manera diferente, aunque ¿cuándo dos días son iguales?
“La vida se acabará algún día”
Aunque este tipo de pensamiento nos puede llevar a sentirnos tristes y desconsolados por nuestro miedo instintivo a la muerte, también podemos darle la vuelta y pensar que tenemos un tiempo limitado para vivir, donde podemos elegir, hasta cierto punto, qué vida queremos vivir.
Dicho de otra manera, puedes pensar que, ya que te vas a morir, nada merece la pena y que lo zurzan a todo y a todos; en cambio, también puedes pensar que, para el tiempo que vas a vivir, qué mejor manera que hacerlo intentando conseguir tus objetivos, agradeciendo todo lo que puedas agradecer, utilizando el perdón en tu vida y viviendo en paz contigo y con los demás. ¿Qué te parece la idea?
“Voy a hacer…”
Uno de los inconvenientes que tiene la pereza, desgana o motivación es que es como una droga que cada vez te atrapa más y salir se de ella se va complicando a marchas forzadas. Por ello es tan importante tomar la decisión de empezar a actuar.
Aunque no sepas qué puedes hacer, ¡HAZ!. Equivócate, siéntete desorientado y sin faro donde dirigirte, pero al menos estarás actuando y no solo tendrás la inercia de la energía en movimiento, sino que te ayudará a ir desenredando la confusión en la que puedes estar inmerso y empezar a aclararte sobre lo que quieres hacer en la vida.
Ten cuidado con la llamada “parálisis por el análisis”, es decir, pararte a pensar qué vas a hacer y no empezar a actuar hasta que no lo tengas claro; podemos caer en el peligro de no encontrar jamás el momento de empezar y quedarnos parados durante un tiempo interminable. Esto no solo generará más confusión, sino que sentiremos que no aclaramos nada y que para qué seguir pensando. Conclusión: más desmotivación, baja autoestima y tristeza.
“Se equivocó por no saber, como yo”
Una actitud que solemos tener con los demás es no aceptar que se pueden equivocar o que actuaron de la mejor manera que sabían en ese momento. Si te das cuenta, en el fondo te estoy hablando de uno de los pilares básicos para perdonar.
Y es que nos cuesta salirnos de nuestra visión y entender la vida de los otros. Pensamos que sus vidas son como las nuestras y que actúan de un amanera que o es la correcta, cuando en realidad hacen lo que pueden y saben.
Recuerda que tú también eres alguien cuya forma de actuar no es comprendida por otras personas simplemente porque no te conocen. ¿Te gustaría que te juzgaran sin que supieran lo que has vivido para ser así? Pues a ellos tampoco.
“Nada es seguro”
Nada es seguro, ni estable ni eterno. Si lo piensas bien, todo cambia a cada milésima de segundo. Aunque tengas una idea concreta de ti misma, tú vas cambiando a cada momento quieras o no.
Este pensamiento puede ayudarte si consideras que el cambio te hace crecer y desarrollarte como persona, sacando aspectos, fuerzas y “poderes ocultos” que ni te imaginabas que tenías pero que te vienen muy bien para encarar la vida de una manera diferente, con más confianza en ti.
“Soy así”
¡No lo utilices como excusa para no cambiar!, ¿vale? Una cosa es ir dándote cuenta de cómo eres y aceptarte con tus defectos y virtudes, y otra muy diferente es justificar tus actos para, en el fondo, no querer ir descubriendo quién eres por miedo a no ser lo que tú quieres ser.
Esta aceptación plena del “soy así” te va a ayudar a sacar el mayor provecho de tus puntos fuertes y además, luchar por mejorar todos aquellos puntos con los que no estás muy contento y que se pueden llegar a convertir en tus mayores fortalezas, ¿te atreves a intentarlo?
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