O ver la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio. Y como viga, pesa más, nos molesta más y no nos gusta, mirarla es verla y reconocerla, y este reconocimiento nos obliga a tocarla y comprobar que existe y forma parte de nosotros mismos.
Ahora bien, aceptarla, entenderla y transformarla es el único medio para su «eliminación», quedando como polvo de escombro.